15 de marzo de 2008

Tempestad automática

Nada había hecho presagiar semejante tempestad. De pronto todo se obscureció. Una espesa bruma resbalaba por las ventanas. La furia del agua, hacía vibrar los asientos. Imaginaba una especie de enormes brazos que parecían querer devorarlo todo. Miles de gusanillos de agua bailaban en el espejo retrovisor. El viento lograba despejar unos instantes la visión, pero se volvía a borrar. Se mareaba, parecía que un furioso remolino los elevaría hasta las nubes. Su ropa estaba empapada, pronto el agua les llegaría hasta el cuello. Desgraciadamente las puertas permanecían férreamente cerradas, era inútil, los seguros no respondían. Cuando pensó que ya no podría resistir el terrible desenlace, la voz de su madre lo regresó a la realidad- ¡este cacharro viejo no resiste los lavados automáticos!

2 comentarios:

Ramona dijo...

ja ja ja. bueno el cuento, caì en el juego de creer que se ahogaban, felicitaciones por su creaciòn creativa y creadora.
Cariños, Ramona

Sylvia Rojas Pastene dijo...

Qué bueno que haya caído. Una Tué-Tué siempre es cándida hasta el final.

Mis abrazos querendones para Ud.