
Él baila feliz
no sabe que bajo sus pies
alguien le ha robado
la música de fondo.
Sylvia Rojas Pastene
En cada paralelo hay un otoño escondido y quieto
equilibrando los días rojizos de sombras.
Cuando las hojas caigan será otoño
cuando las hojas caigan será otoñó
Cuando las hojas caigan será otoño
cuando las hojas caigan será otoñó.
Siento decirles esto, pero tenía la trama de la novela lista, la cantidad incluso de capítulos, los personajes eran realmente atractivos, algunos muy divertidos, otros un tanto crueles, los más sin un dejo de escrúpulos.
Confieso que cometí el gran error de dejar sobre el manuscrito, el arma que usaría para describir el terrible crimen. En un momento de descuido, cuando fui a la salita donde recibiría el primer adelanto por la publicación, senti un ruido ensordecedor.
Sospecho que elucubré mucho una escena y lo dejé solo dando vueltas en mi cabeza, a merced de la curiosidad, con el arma cargada y mi codicia en primer plano.
La había interceptado en el supermercado, colisionando intencionalmente el carro con el suyo. Pensó, este imbécil no se fija por donde va, y murmuró, huevón tarado. Al mirarlo, él se reía a carcajadas. La invitó de inmediato a un café. Se atropellaban en palabras y en sucesos vivenciados en esos tres años, se miraban cómplices, se buscaban con las manos, todo era un lenguaje sensual entre ellos. Ella pensaba ¿yo dejé ir a este macho?
En lo más animado de la conversación, una mano en su hombro, la hizo girar ¡ah no! era su amigo transversal, como solía llamarle ella, quien siempre estaba allí, para sus penas y alegrías, el que le llenaba el celular de mensajitos en las noches más oscuras. No dejó de sentirse turbada, pero después de presentarle, él sin esperar invitación, se sentó, subió una pierna y levantó la mano al garzón, un capuchino por favor- sin retirar los ojos de su amigo perdido, desafiante y con una sonrisa llena de ironía, tu debes ser, espera, Eduardo, no, debes ser Maximiliano. Después de esa frase, dejó que cinco centímetros de taco se alojaran en sus canillas, sin un ademán de dolor.
Una cortina de rojo, comenzó a pasearse entre cafés humeantes ¿qué haces? ¿Epica, Pink Floid? Serrat, Silvio? La inflación, Cortázar, Huídobro, Nietzsche, era un round. Y siguieron entre cortados, express y capuchinos, compitiendo solapadamente, sobre quien sabía más sobre ella.
Interrumpió un segundo para avisar la visita al toilete, y dejarlos discutiendo sobre el amor, poesía y las mujeres, hasta que los echaron del café.