Ya van dos días que caminamos, quedamos catorce de los veinte que iniciamos la huída. Aún el espeso gas se arrastra sobre las hierbas. Las máscaras nos ahogan, de vez en cuando un gemido nos detiene, no hay nada que hacer. La repartición de máscaras fue tardía y tras esperar largo rato frente al lugar indicado, las sacamos, rompiendo las puertas y abalanzándonos sobre el contenedor custodiado por un grupo de robots sobornables, producto de sus sensores dañados.
Por entre metales ardiendo, divisamos cuerpos mutilados y algún perro lamiendo aguas rojas. Nos preguntamos ¿por qué muchos de ellos aún no han muerto?
Es noche de luna, pero ella parece no alumbrar por entre tanta bruma. Humo y fuego, regalan cortinas azuladas a su perfecta redondez de sangre.
Miles de árboles yacen calcinados con sus ramas rotas de carbón.
Cada vez se hace más difícil caminar, entre tanto escombro y dolor. No podemos detenernos, queremos llegar al mar. Muchos se han devuelto al escuchar que arde. Los han amedrentados diciéndoles que es un gran lago de fuego y azufre. Nadie demanda por alimentos, se acostumbraron a sentir hambre. Otros que regresan llorando se sientan cobardemente a esperar la muerte.
Nosotros continuamos. Nadie habla, nos encargamos de afirmarnos unos con otros, para darnos fuerzas. Algunas manos de entre los escombros, intentan sujetar nuestros tobillos, debemos alejarnos. Llegan sonidos de máquinas que aún siguen avisando del caos que vendrá y ya vino.
Se vislumbra un grupo, sin máscaras, rodeado de teas candentes, son cuerpos que arden, un olor nauseabundo los rodea, vomitan y se despiden cayendo abrasados por el aire irrespirable. Todos es horrible como esas escenas de los cuentos de Pasrojsyl, de oscuras mazmorras malolientes, atestados de gritos desgarrados y detrás de algún telón, una calavera danzando un ritmo de moda, para silenciar las injusticias.
Un gran muro de tanques se nos muestra delante, no tememos seguir. No hay nadie dentro. De algunos cuelgan trozos de soldados, manos intentando salir y mascarillas sin uso. Recogemos algunas, pero los circuitos de drenaje están rotos, como el sueño de muchos.
El cansancio comienza hacer estragos, Bea cae una y otra vez, decidimos cargarla unos metros, pero en sus ojos no hay razón, debemos dejarla, no podemos sentir dolor, para ello fuimos entrenados durante dieciséis años.
Debemos hacer el último intento, descender por alguno de los acantilados que cortados de improviso dan al mar. Sin embargo, antes de ello, se nos agolpan tres rejas.
Traspasamos la primera pero vienen tras ella otras dos más altas, todas electrificadas, nuestros trajes resisten, es la altura nuestro peor obstáculo. Vamos haciendo una torre con nuestras cabezas para elevar primero a los más cansados. Todos hemos traspasado, nos deslizamos por restos de helechos y pastizales humeantes.
Felipe resbala y claudica, nos insta a proseguir, a pesar de ser uno de los líderes, no quiere retrasarnos, la misión debe cumplirse.
Bajamos corriendo por sobres las dunas húmedas. Es verdad el mar arde. Una barcaza se acerca por entre lenguas de llamas y atraca en el pequeño muelle.
Un tipo de mirada asquerosa nos grita.
-¡Suban rápido, antes que se acabe el efecto especial y descubran que es un truco!
Llegamos doce al final del camino, doce para comenzar a evangelizar la misma mentira otra vez.
Salgado. Sebastião - Fotografia
Sylvia Rojas P.
4 comentarios:
una realidad virtual, algo que ya está con nosotros. falta un caballito de batalla
Monopoesía, gracias por visitar la realidad, ya están tan compenetradas, fusionadas que a veces cuesta distinguir una de otra.
Un caballito como el de Troya?
Saludos
Shyvy Kerida:
He leído con mucho placer este relato, con su ambiente tan bien consumado. Amiga, un comentario más en detalle te lo haré llegar esta semana vía word. Por lo pronto, es una reivindicación del placer lector hallarse con estas visiones como la alcanzada en tu relato.
Katoshky , espero con ansias su comentario con más detalle que la Ramonoshky también prometió y sigo a la deriva con los cuentos, el buque parte y nunca me entrega el rumbo, capaz que vaya a aguas lejanas y me hunda antes de hacer pie en el puerto de palos y palos me llegarán si no avisto mi Itaca.
Espero y muchas gracias, vi su risa por allá por la Oscuridad Hermosa, me rei mcuho también, es bueno dejar la loquera libre por otros blogs.
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