Tuve celos, amargos celos
hierros de hiel de extremo a extremo
convulsionando la cuenca y desmayé.
Tuve celos, agudos celos
furiosos dragones de fuego devorando
rompiendo, abrasando, cercenando.
Por un instante fui toda ira, guerra, muerte
enalbardé aguijones, lacerando mi boca
la misma que amó tanto, agonizó muda.
Después doblada supliqué por luz
la misma luz que sentaba su mirada de alegría en mi retina
esa misma luz cegó largas horas la razón y lloré.
Porque mordido el orgullo y fenecida la esperanza
uno llora a solas
y reconoce que ha perdido.
Sylvia Rojas Pastene.
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