9 de abril de 2008

Autoexterminio



















Se tomó del cuello y se obligó a confesar. Callada, se mantuvo así largo rato con la mano aprisionando el hálito de vida falsa.
Se resistía, poco a poco cerraba los ojos, sin aire suficiente para volver. Soltó la mano con mordidas de última ocasión, luego se apretujó contra una pared y allí cayó lenta pero desmayada, bajo un manto de oscuridad repulsiva y escuchando suspiros ajenos.
Nadie vio su intento de exterminio.
Si al menos hubiese llorado, algo de esperanza, habría alumbrado las últimas pisadas, pero ya no había más que solemnes palabras para la justificación, como tesis gradual de político actual
Había visto su utopía vendida, le había dado dos minutos de tregua y ésta se vendió al mejor postor.

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