10 de enero de 2008

Caracoles

La hamaca se mecía entre dos paltos. Boca abajo sobre ella arrastraba las manos rozando las frutillas. En algunas vueltas lograba arrancar una y llevársela a la boca. Las chinitas que goloseaban sobre ellas subían por sus manos, abriendo nerviosamente sus alas y volviéndose a posar sobre los cardenales. Se daba impulso para alcanzar las petunias que estaban más lejos o espantar a la gata Trini que ronroneaba de sueño mirándola mecerse. Cada cierto tiempo, Huesito pasaba por debajo en carreras locas tras los zorzales, haciéndola rodar bajo los damascos o dejándola enrollada en tres apretadas vueltas.

Todo era silencio a esa hora, silencio de lentas tardes en su hamaca.

De pronto una comparsa de patos, no acostumbrados a ese rumbo, provocó una confusión entre sus mascotas. Un círculo de polvo dejó percibir por un segundo colas y alaridos. La prisa por acudir o un sálvese quien pueda, la tiró lejos de su hamaca y la hizo tropezar con largas guías de parras que se arrastraban buscando el agua del pozo que surtía los surcos de las frutillas.

Le dolían los brazos y la boca escupía blandos terrones. Cuando se apagaron las estrellas de la hecatombe, se quedó boca abajo, muda, esperando que nadie se despertara. Algo la hizo mirar debajo del hueco tronco, que permanecía por años frente a su hamaca. Vio varios envases de temperas, y a un lado, una cajita de zapatos con el nombre de su hija Francisca, se acercó un poco más, y curiosa la abrió. Caparazones de caracoles, caparazones pintados o decorados con manchitas, las más, llenas de círculos coloridos.

Las mismas manchitas que ella había hecho en sus caparazones permanecían aún, deslavados ya, pero inconfundibles, ahora servían de guarida a sus descendientes. Levantó la caja y vio rodar un sinfín de caracolitos bebés con arcoiris en sus espaldas…

Sylvia Rojas Pastene.

5 comentarios:

MI CORAZÓN AL DESNUDO Y CON FRÍO dijo...

muy lindo sus textos, felicito su dedicación permanente para sorprender al lector.
atte le saluda otro lector
Mr. T. K.

Sylvia Rojas Pastene dijo...

El lector, es el que se digna apreciar. Me sorprendo yo misma de ser como una veleta, sin rumbo, y a merced del viento sur, "mi norte siempre es el sur"

Un abrazo para ud.

Anónimo dijo...

Sólo (y nada menos) decir que este texto me ha encantado, me gustó mucho, qué digo, muchísimo, sujeto plácidamente a sus varios estadios de lectura y de sorpresa (en un relato que quiere, precisamente, dar cuenta de la "sorpresa"). Muy logrado, muy lograda la voz del narrad@r.

Anónimo dijo...

Por mail te envío otro comentario.

Sylvia Rojas Pastene dijo...

Gracias Kato,me alegra que descubrieras la sorpresa, ya estaba pensando que sólo yo la entendía, entonces me dije, no resultó, pero bien, algunas miradas lo atrapan.

Abrazos y espero su mail

P.D. Que bueno que me hiciera volver, encontré yayitas je