13 de enero de 2007

Sombras de olvidos


Soy casi una sombra, una cerrazón de inválidas palabras, cada día, me entrego al largo ejercicio, de mantener la llama encendida, por si en largas noche, el nauta que regresa, aviste mi luz por entre las rocas encendidas de púrpura amada.

Nada hay tras el que duerme oscilando en medidas exactas, que mencione si vienes o dejarás de venir, siento que enloquecer no apacigua los ruegos, en cambio recrudece el lamento, me incita a clamar, a gemir, y el péndulo latente de vergüenza cadenciosa no tiene fin.

Continuamente bajo a profundos pozos cenagosos y allí me dobla el dolor, rasgo vestiduras de ausencias cotidianas, de tu imagen cuido lo que la melodía arrebata en estrofas de amor.

Me encierro en sorderas de ruidos y destilo la palabra alegría en vasos sin fondo, nunca logro conservar de ella la caricia de olvidos.

He retenido ya tantas lágrimas, que tengo miedo de encontrarme a solas con esa especie de renuncia de ventanas sin luz, con ese cielo que promete silencios que nunca saludan.

Voy como va el mendigo sin ocultar harapos, anunciando pobrezas, parcelando el llanto. Voy tras noches completas de nubes sin formas, sin señales de olvidos

Confieso que temo abrir puertas para que el samaritano vacíe su bálsamo contra el dolor, le doy mil caras de sonrisas y en cada rictus de mi boca está la palabra inconclusa que hiere y me abate.

¡Ay sombras forasteras! no finjas al mirarme que traes entre tus manos, enlazada una tarde hermosa, que en algún paraje o tras la vuelta de la esquina, hay una fuente de alegrías. Si tenéis lástima, o un ápice de espanto se cruza por esa mirada cobarde, comprended que tengo una puñalada hincada, que oprime y abate.

No prediquéis en vano sobre musas de esperanzas, que yo las aborto, ellas nacían en mi, como esos días de luces y arco iris, en que la llama del quizás, o del tal vez, lograban encender la lámpara de mi cuenca vacía…pero ya no. Libérame o no digas nada

Mi abatimiento logra tener ritmo y sombra de gigantes, marcha al unísono del adiós. Le temo cuando me convierte en un ser de lástimas, publica que soy apenas un alma. Y sobre los esteros de caricias vagas, deja sin boca la desgracia

Le he dado tantos nombres a este néctar de amor y amarguras que las estrofas celosas claman por otras voces. Se burlan de mi diciendo, ¡allí va la olvidada! ¡la que aún sueña con palabras!

Intento disfrazar de locura la realidad descalza por calles de cordura y si alguien me pregunta por la mesura, les digo que olvidé ser quien era, que pueden ser el aplauso, que intenta ensordecer el escenario

Estoy aquí, sin palabras más que las que dije tantas veces, se deshace este corazón acostumbrado a tu ternura, y no puedo olvidarte y no logro enmudecer tu lira.

Silba el viento entre mis celosías, una voz lejana y muda intenta descifrar todas las respuestas, cabalgan sobre mi mente certezas, entonces acribillo mis oídos, desgarro mis ojos, unto con veneno mi boca y voy cantando con voces hipócritas que ya no te quiero y que ya nada me duele.

Toda vida parece maliciosa, se propone burlarme, la de tez amarilla que asoma por las tardes, arroja luz sobre esta dolida faz y el que de día quema, descubre que algunos arrastran mentiras cobardes.

Convergen sonidos, se aproximan imágenes y por la mañana sobre un fresco prado diviso margaritas que tantas veces cortamos.

Me muerde tu olvido, me asesina tu ausencia, quisiera ser vida que muerde tu ocaso.

¿Cómo morir sin que acabe la vida?, sin que el tenebroso final me asegure que tras el paso afortunado de la hoz, este corazón logre tener agonía de recuerdos.

¡Ay de mí! ¡Cuán dulcemente invito a la muerte!...y en tanto es de día, le susurro tentaciones y ella pasa deshojando fiel, los últimos latidos del amor de ayer.

El cadáver de una muerta, está repartiendo flores, hay un olor nauseabundo sobre suaves pétalos de amor.

Sobre el pecho le han colgado dagas, para que intente ir dando golpes a ese corazón que vio el amor, antes de ver sus ojos.

Retengo la última lágrima, pero ella empuja, brota se desborda y cae.

He resuelto comprar mi esperanza de ilusiones muertas, con un hilo carmesí de gran precio.