7 de febrero de 2009

Volteretas





















Entró lentamente en puntillas de espaldas hacia delante de prisa. Estaba oscuro, pero oscuro verdoso claro. La escalera estaba al fondo, casi al inicio de la puerta trasera. Caminó derecho hacia la izquierda. Comenzó a subir peldaño a peldaño, de dos en dos cada paso. Uno por medio tenía un mensaje particular. El primero lloraba, el otro crujía, el siguiente mugía, el cuarto se taimaba, el sexto decía ñia, ñia, el octavo y último dijo: estás abajo.


Entró al primer cuarto. Al retroceder las tablas resecas crujieron como pajal ardiendo avanzando, como voz de viejecilla contando cuentos de juventud, como gemido de perro hambriento de tanto comer.


Un paso más y se quiebra el grueso piso. Se alejó del centro y caminó sospechando las vigas que soportaban el peso medio a medio. Un paso más y se tapó la boca para no castañetear los dientes. Un paso menos sujetando la barbilla para no babear miedo. Un paso más y el estruendo de la caída la hizo saltar hasta el techo y caer sobre liquido ámbar. El olor de la orina de dos días le salpicó el rostro. -¡Esa mala costumbre de llevar bacinicas al primer piso, teniendo letrinas con cadenas largas de aguas servidas arriba!- gritó silenciosamente mirando hacia fuera a todos lo que desde dentro le habían dejado entrar a esa vieja casa abandonada por nueva.

Imagen M.C. Escher.

2 comentarios:

Sylvia Rojas Pastene dijo...

Hola
Muchas gracias por la invitación. Iré a ver el blog.
Mis afectuosos saludos.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Muy bueno este relato. Me gusta esa escalera tan viva, tan mensajera. Gracias por hacerte seguidora de mis humildes silenos. Un abrazo.