16 de diciembre de 2008

¿Dónde van a morir los piojos no reventados por uñas?

La sabana crujiente de sol, expele un aroma a ramas secas y a sangre endurecida. La visión imagina sombras, efectos volátiles y espejismos en pavimento asfaltado.
Mientras camina recuerda su niñez. Fue una piojenta contumaz. Cuando rascarse era tan divertido, como sacarse en público liendres y piojos. Todo ello era un espectáculo cotidiano en algunas partes de África. Nunca supo si se imitaba a los monos o ellos los imitaban.

El calor hace que las cabezas se inflamen de tanto mordisco piojento, que la sangre corra por las orejas confundiéndose con el negror de la piel.

Avanza lento, de sus pies asoma la rosada carne en dedos hinchados. Se detiene cada cinco pasos, se inclina y lucha contra el deseo de desplomarse de fatiga y hambre. Levanta su mano para cubrir el sol de su cabeza, pegados en su palma sudada bajan pataleando piojos. Los mira y lame furiosa. Ya no siente picazón, el tibio cráneo se refresca de flores erupcionando pétalos rojos.

Un paso le ha traicionado. Prueba el calor de la tierra con su lengua. Se da vuelta y de espaldas al suelo la danza de buitres se acerca y aleja de su lente visual. Sacude el polvo y pajilla que se enreda en sus crespos cabellos. Intenta levantarse pero cae de rodillas, su cabeza oscila como marioneta. Inclinada sobre su falda contempla una nube negra rojiza y circular. Con dos de sus dedos encostrados, pelea con la huidiza caravana que intenta bajar. No los revienta, los mete en su boca como loca uno tras otro. Bebe de su propia sangre espesa y oxidada. Ya no usa uñas, no las tiene, sólo muñones arrugados y secos.







Sylvia Rojas P.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Shyvy Kerida: Pero qué buen texto, pero qué buen texto. Un excelente trabajo, intenso, medido, escanciado a buen, notable ritmo. Y lo leo, y no evito recordar ese poema que cuando cabro chico me gustaba tanto (y me sigue fascinando), el de Rimbaud y Las Buscadoras de Piojos (Les chercheuses de poux, aunque yo, ignorante de los arcanos melodiosos del francés, he debido siempre leerlo en español) , y esa imagen de los piojos sonando en las soberbias uñas que no sé por qué me gustaba tanto. Acaso la imagen tantas veces vista en las poblaciones, bajo el sol, mujeres buscando, sacando, matando piojos y liendres en cabezas niñas.
Si me deja, y como texto que saluda al suyo, su notable, alto texto en prosa, le pego acá el poema de Rimbaud en una traducción que hallo en la red:

Las buscadoras de piojos

Cuando implora la frente tormentosa del niño
El blanco enjambre de los sueños indistintos,
Acuden a su lecho dos hermanas mayores
Con dedos delicados y con uñas de plata.

Lo hacen sentar delante de la ventana abierta
Donde un aire azulado humedece las flores,
Y en su pelo pesado donde cae el rocío
Pasean los terribles dedos embrujadores.

Oye el niño cantar el temeroso aliento
Que huele a larga miel vegetal y rosada
Y que un silbido a veces interrumpe, o la breve
Saliva sobre el labio o un anhelo de besos.

En el silencio escucha el batir de las negras
Pestañas, y los dedos eléctricos y suaves
Hacen sonar en medio de su gris indolencia
En las uñas soberbias la muerte de los piojos.

En su espíritu el vino de la pereza sube,
Suspiro de una harmónica inclinada al delirio;
Con las lentas caricias el niño siente en él
Morir y renacer un deseo de llanto.
A. Rimbaud

Un abrazo grande y gracias por tu trabajo que no dejo de respetar cada vez más.
KRamone

Anónimo dijo...

Valga respetar a los traductores del poema, los señores Carlos Cámara y Miguel Frontán.
KR

Sylvia Rojas Pastene dijo...

Recuerdo las tarde de domingo, cuando mi padre apretaba mi cabeza entre sus piernas y el pantalón áspero me irritaba las mejillas, salivaba de vez en cuando como si saboreara la piojentería. Quería escaparme a jugar y él me detenía largas horas. ¿Ves? no fui tan lejos para rascar la realidad.

Gracias por el poema de Rimbaud, no lo conocía.

Un fuerte abrazo mi Kerido Kato.

Carlos dijo...

Nuestro agradecimiento a Anónimo (Carlos C. y Miguel F.)