7 de septiembre de 2009

Vengarza



Juan Doler solía comer en el restaurante Don Pepinillo. Después volvía al taller mecánico y dormía una corta siestecita. Cuando llegó vio algo extraño. El pozo donde cambiaba el aceite estaba lleno de plumas. Pero como no estaba el patrón, no iba a salir de la duda. Se acomodó entre las cámaras de los neumáticos. Inesperadamente un agudo y largo pico le clavó en pleno corazón, después picotazo a picotazo lo arrastró hasta el pozo. Resbaló hasta el fondo y allí dos gruesas patas negras le taparon la boca.Sus ojos volaron desde las cuencas hasta el tambor de aceite quemado.
- Viste Juan Doler, te dije que no botaras el aceite en el canal de las garzas- susurró el patrón.

4 comentarios:

ALBERTO NAVERO dijo...

Que bueno, que bueno mi estimada amiga. Cautiva de principio a fin...
Me gustó leerte y visitar tu rincón que sigue en movimiento, buen movimiento.
Abrazos
Navero

Sylvia Rojas Pastene dijo...

No es mucho el movimiento, pasa por kilometro cero, esperando valga la pena, contar ovejas, nubes o hemorragias de silencio.
Abrazos

Carmen Molins dijo...

puff hasta llego el olor.
besos y amor
je

Catalina dijo...

Buenisimo!

Pobre Juan...

Abracitos ecológicos bien aprendidos