
Juan Doler solía comer en el restaurante Don Pepinillo. Después volvía al taller mecánico y dormía una corta siestecita. Cuando llegó vio algo extraño. El pozo donde cambiaba el aceite estaba lleno de plumas. Pero como no estaba el patrón, no iba a salir de la duda. Se acomodó entre las cámaras de los neumáticos. Inesperadamente un agudo y largo pico le clavó en pleno corazón, después picotazo a picotazo lo arrastró hasta el pozo. Resbaló hasta el fondo y allí dos gruesas patas negras le taparon la boca.Sus ojos volaron desde las cuencas hasta el tambor de aceite quemado.
- Viste Juan Doler, te dije que no botaras el aceite en el canal de las garzas- susurró el patrón.
- Viste Juan Doler, te dije que no botaras el aceite en el canal de las garzas- susurró el patrón.
4 comentarios:
Que bueno, que bueno mi estimada amiga. Cautiva de principio a fin...
Me gustó leerte y visitar tu rincón que sigue en movimiento, buen movimiento.
Abrazos
Navero
No es mucho el movimiento, pasa por kilometro cero, esperando valga la pena, contar ovejas, nubes o hemorragias de silencio.
Abrazos
puff hasta llego el olor.
besos y amor
je
Buenisimo!
Pobre Juan...
Abracitos ecológicos bien aprendidos
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