25 de mayo de 2008

Mi bello loco (2)


Mi loco me acepta. Llueve fuerte. Me siento a su lado y por largo rato hablamos del cielo en un plato de porotos. De la virgen que él construye, de las pirámides y sus vectores. Del silabario que tiene en sus manos para enseñar a leer a sus hijos imaginarios. De la casa abandonada donde duerme, de como el agua le hace flotar entre revistas y frazadas.

Sólo nos interrumpe el tintineo de las monedas que le dejan en su tarro puesto al centro de la vereda. Nos miran los transeúntes, hacía abajo. Ha dejado de llover.

Le digo que he escrito un cuento sobre él, se sonríe y me dice que "la Marta" los deja escribir en el computador, pero sólo un rato, porque es peligroso, el alma se puede quedar encerrada y que es mejor perder el escrito a perder el alma. Insiste que a veces algunos se meten detrás de la pantalla y nunca más pueden salir.

Está preocupado por su calculadora, la busca entre su manta insiste que le hace falta para enviar mensajes. Es tan hermosa su mirada y tan calma su sonrisa. Es mi loco un bello ser. Cada día me convenzo más que la locura es un don. Quiero estar tan loca como él y habitar la calle con esa naturalidad.

Pide que me acerque más, no huele bien y yo con esa eterna sensibilidad de mi nariz conectada con la guata. Lo dejo por un segundo decirme un secreto. Susurra que en los cementerios hay endemoniados con cadenas. Seguramente como él y yo.

Comienza a llover copiosamente. Me levanto y me da su mano, pide que me quede otro rato- no puedo, debo llegar a casa, me mojaré si me quedo con él- es agua nada más, agua nada más- insiste. Le dejo unas monedas y me voy corriendo hasta la esquina a tomar un bus. Antes me hace prometer que iré otro día- le digo que no sólo iré, que además quiero hacerle una entrevista, llevaré cámara y grabadora. Se iluminan sus ojos, está alegre y con una pizca de orgullo.

Yo le debo agradecer, por dejar invadir su solitaria humanidad.

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