27 de abril de 2008

Inconclusa





















Soy un cuerpo de mujer inconclusa, que quisiste tallar con tus manos de artesano. Me dirás alguna día ¿cuál fue el árbol que elegiste en la noche apagada? ¿cómo bajaste cargado de esperanza por tu creación? ¿fui madera nativa o árbol desarraigado?

Ya no importa, sólo sé que cada vez que robabas de mi madero la astilla afilada, para que mi cóncava piel te recibiera como racimo de besos, tuve miedo. Mis labios, como lenguas de fuego quemados al calor de tu gubia, arrojaban sonrisas. Algunas veces te asustaron mis formas y me retocaste muchas otras. Yo no fui bella más que en tus manos de artífice bondadoso, pues aquellos que pasaron cerca, no encontraron belleza en mí. Dime ¿sin querer demoraste? ¿o me querías inconclusa? ¿fue acaso tiempo cascabeleando entre tus manos? ¿o del corazón cayó la fuerza?

Nunca fue más laboriosa tu rutina en la madera de mi cuerpo. Cansado muchas veces gritaste, ¡no puedo acabarla! ¡no sé que ojos regalarle! ¡no sé como peinar sus cabellos! Pero el rictus de mis penas dibujaste con perfección y no fue crueldad, quizás ya traía alma de inconclusa.

Moldeaste un espíritu fuerte y sobre la altura del genio un corazón débil.
Para tus deseos, trazaste una carne dispuesta al beso y para el abrazo me perfumaste con amor de roble, me regalaste flores en los ojos y a mis oídos caracolas en canciones.

No te vayas, aún estoy inconclusa, aún me falta el núcleo para albergar tu cabeza de hombre bueno y las manos para rozar tu ojos ciegos de huida.

No me dejes así ¿ves que no huyo ante el dolor de tu trabajo? voy dispuesta a someterme a la punzante aguja, al calor de tu sellado y al barniz profundo que dejará las luces de mi felicidad petrificada.

Sigue tallando, dame formas, convierte en realidad el misterio del amor. Dame, pulso latente en mi vientre de mujer aromada de deseos, y concédeme la conclusividad

Mi tallador, mi artista, mi genio, no te vayas sin terminar el madero de mi cuerpo. Se mi Dios termina tu creación.

Mas si no puedes terminarla, ven, acércate al madero y reposa en la caoba boca inconclusa, tu boca de acero y deja las huellas de tus lágrimas sobre mi costado abierto, que ya te he perdonado y sé que no eres Dios.



Sylvia Rojas P.
Junio, 2006.

El amor y unas lágrimas
















Me dijo un joven poeta: escribes sobre el amor
creo que escribes mucho sobre el amor
y mientras decía aquello, me recosté sobre el pecho de un poeta
y le dije: este guevón debió ser engendrado en odio
y unas locas lágrimas también guevonas,
porque las lágrimas en público no son más que aguas gueonas que se safan de la testa.
Agregó: pero ahora que te escuché recitar, veo que manejas muchos otros temas
Chucha pensé, si hablara de una vez, estas lágrimas desubicadas
las habría ahorrado, pero como estaba a flor de piel...
Le alcancé a decir a otro poeta, este weón no sabe, que el amor para mí, es el más completo misterio imaginativo que existe en este maldito hermoso mundo que habito.
Después me desprendi del oído y aunque habló toda la noche, no le escuché ni un gramo.
Me descolgué del hálito de poesía y me ensoñé en el amor.
Lo cual es siempre mejor temática, que mis quejas eternas sobre la sordera y las máscaras.

Te extraño























Te extraño
me afirmo como hoja temblando en el viento
como herido sobre la bayoneta me inclino
avanzo desmayada sin fuerzas
ahogo el cráter de suspiros
y te extraño…

Agoto mi voz, mis palabras
cierro el oído a tu presencia capturando otras voces
invito pensamientos, los halago con bienvenidas
mas cuando se cuelan silencios
vuelve a mí el recuerdo
y te extraño…

Te extraño y duele
las fuentes una vez rotas se perfilan
sobre el espacio oxidado llamado olvido
no hay muerte de recuerdos, sólo hay silencios
sin vida útil.

26 de abril de 2008

Máscaras y caretas


















Con esta máscara me veo mucho mejor

con la anterior me confundieron muchas veces
con una intelectual loca.
Esta hace juego con mi vida rosa.
La verde la dejaré
para visitar a un falso ecologista
y la de la esquina, esa de hierro
me la pongo cuando quiera pasar por insensible.
Tengo en el cajón del medio
una de cartón piedra
me gusta llevarla en la noches de narices frías
con los miserables callejeros.



Hace poco me regaló mi amiga
una con forma de letras mudas
¡esa es increíble!
cuando tengo que hablar, calla
y cuando debo callar, parlotea.

Encontré en un closet ajeno una con gemidos morbosos
me sirvió para las noches
en que me atrevo a vivir en celo.

Confieso, que una vez me puse una de falsa piadosa
era insuperable
me sirvió para no aburrirme
en funerales y sermones santurrones.

Bueno, no quiero ir por la vida sin una
si me pillan desprevenida
pueden decir que soy franca y transparente
y eso es absolutamente cierto
pero para creerme ustedes
deben usar siempre su máscara de crédulos.


Sylvia Rojas P.

25 de abril de 2008

Manos para mi hija











En estas manos
no caben hija mía tus sueños
debes abrir las tuyas y dejarlas volar.
Una noche divisas un suspiro de estrellas
y vas por ellas, cogiendo las que basten
dejando algunas para los que vienen detrás
Derrama sobre las manos del herido
una montaña desalambrada.
y roza con tus manos el son de libertades
que debes surtir y entregar.
Si la dejas reposar por mucho tiempo
verás que se agusanan.

Intenta mirar tus manos por las noches
si no puedes ver su áureo color de justicia
si no se transparenta la piel
y cae como carcoma de tus dedos la impiedad
y ves jugar la usura como anillo
entonces, ve a coger como Margarita Debayle
una estrella que cauterice la ponzoña
corta, cada muralla con esas manos nuevas
y levántalas limpias sin manchas.

Si a pesar de todo,
el trompo que gira constante te atrapa
el mundo no te despreciará
quizás te aplauda.
Entonces comprenderás
que estar cubierto de simulada carne
que redondear el seso
vender las manos
alardear de honradez
y vestir coraza de guerra
es sólo sinónimo de derrota humana.

Pero siempre hay esperanzas
podemos levantarnos una y otra vez
volver a intentarlo, divisar otras estrellas
y subir a cogerlas
mientras no cercenen vilmente
como a Víctor Jara, nuestras manos.

21 de abril de 2008

Herida























Sobre este duro nido
de mi pecho tan gélido
alguien fue sembrando dulzuras
brasas, consuelo.

Así, tras la tibieza del ruego
se fue despertando lento
como naciendo a la vida
fue creyendo de nuevo...

Mas un disparo de hielo
cobarde de sangre y verso
abrió en lo profundo la herida,
que una vez fue cuajo, hiel, duelo.

Tengo el dolor detenido
a ratos suspiro lento
siento el pulso de la vida gravitar lejos
y al dulce llamado eterno
me dejo llevar resignada, temo.

En vano sujeto la vida
ella se va sin esfuerzo
yo la dejo salir...
débil
triste
desconsolada
muero.

19 de abril de 2008

Un beso

















Me besó, me robó un beso, nos besamos, en fin
algo pasó, que de pronto me sentí desmayada en su boca.

Ganas tengo de que vuelva a besarme
pero, a ratos dudo...
No sé si al retroceder fuimos a dar labio con labio.

Quizás no me besó
quizás sólo colisionamos en suspiros húmedos
o quizás fue venganza por mirarle toda la noche con novedad.

Desde que entró traía un arco de estrellas en su mirada
y quise probar a que sabe un beso inesperado
en este cotidiano mundo
planificado de emociones concertadas.

Colisión









La flecha verde

besada por mariposas rojas

y sobre la aguja acusando 170

la última gota de sinapsis.

Un paso












Sólo cuando retrocedes, te das cuenta que habías avanzado.

12 de abril de 2008

Escribir
















Hay tantos que dicen lo que se debe hacer para escribir bien
y yo me río...
Editan manuales y escriben libros
y me sonrío...
Porque muchos de ellos
escriben sin errores, con estructuras perfectas
pero sin vida.
Y me vuelvo a sonreír con los que sí escriben bien
éstos, los menos, no hicieron más que escribir y escribir, hasta escribir bien.

Mariposa en fuga










De su boca

ha escapado la mariposa alada

a tierras que no conoce

y que le vestirán de olvidos.




Sylvia Rojas P.

11 de abril de 2008

Mi bello loco

Lo vi un segundo, iba loco, con los ojos perdidos y una mano levantada deteniendo los autos para cruzar la calle. Cerré los ojos en un gesto de terror al pensar que sería atropellado. Pero nada, los sorteaba con maestría. Me devolví acercándome prudentemente a su lado. Hablaba solo y se respondía. Acomodaba su cabellera, un enorme moño amarrado con lanas de colores.

Jugaba con una calculadora vieja, la usaba indistintamente como celular, como radio y se reía, sentándose a terminar una aparente conversación que lo obligaba a argumentar. Cerraba negocios, enviaba ordenes y parecía organizar el trabajo de una gran empresa. Había destellos de lucidez, luego cambiaba de tema. Otro personaje le acosaba y cambiaba su voz, se lograba diferenciar una textura diferente, era amable al inicio, luego contradictorio. A ratos callaba paseándose apresuradamente en un espacio reducido, pensé que se estrellaría con el puesto de vendedores ambulantes. Luego se sentaba en la vereda, afirmando su espalda en las cortinas metálicas de una tienda. Nadie le ponía mucha atención. Acostumbrados a su cotidiana presencia y su rituales eternos.

Nunca fijaba la vista en alguien, menos en mí. Yo disimulaba mirar unos escaparates. Mi loco buscaba algo debajo de su vestimenta, un estela de humo se lograba divisar, cargada de aromas. Era un olla con brasas que llevaba colgada de su cinturón, y dentro de ella, otro tarro con su comida.

Intentaba en vano coger su espíritu, quería atrapar el ser que veía y que me subyugaba, pero nunca pude hacerme visible en su espacio, me ignoró siempre o no me vio nunca.

Suspiraba largamente, con la vista perdida, se dejaba existir entre la vida existente. Loco bello, mi bello loco. Me sentí largamente enternecida, era mi hermano en la locura y no logró interceptarme nunca.
Caminé de regreso a mi auto, llena de interrogantes y de cordura falsa.

9 de abril de 2008

Autoexterminio



















Se tomó del cuello y se obligó a confesar. Callada, se mantuvo así largo rato con la mano aprisionando el hálito de vida falsa.
Se resistía, poco a poco cerraba los ojos, sin aire suficiente para volver. Soltó la mano con mordidas de última ocasión, luego se apretujó contra una pared y allí cayó lenta pero desmayada, bajo un manto de oscuridad repulsiva y escuchando suspiros ajenos.
Nadie vio su intento de exterminio.
Si al menos hubiese llorado, algo de esperanza, habría alumbrado las últimas pisadas, pero ya no había más que solemnes palabras para la justificación, como tesis gradual de político actual
Había visto su utopía vendida, le había dado dos minutos de tregua y ésta se vendió al mejor postor.

6 de abril de 2008

Voces

















La madrugada sorprende comulgando en voces extrañas.
Asiladas en esquinas o en rincones de liviana esperanza.
Siempre desmaya la vida sobre voces cansadas.

Se parecen las palabras, aquellas eternamente cerradas.
Esas que no son gritos pero al menor soplo se escapan
Como bandadas de nubes entre párpados mojadas.

A veces desmaya el viento sobre voces de nubes blandas.
Sopla con voz pausada entre silencios y lágrimas.
Vamos cubriendo la vida de cristales y palabras.

Hay voces que nos liberan o si queremos atrapan.
más nada podemos hacer si el cielo promete lluvias
cuando andamos sin paraguas.