2 de agosto de 2005

Lo que somos muchas

Mujer de Nadie

Soy así, una mujer de nadie,
una que sabe pertenecer a nadie,
Que si ama, lo sabe nadie,
juego a querer a todos y a nadie
a nadie, para no nombrarles,
a todos para no olvidarlos,
me alcanza el pecho para muchos
y los gemidos para todos,
aún no encuentro como mujer de nadie,
quién no me haga pedir siempre más.

Soy la mujer de nadie, y de todos,
plaza pública, con escaños para todos,
de remolinos en el viento y de algodones coloridos
soy la mujer de todos, sonriente en una esquina.
Soy la mujer de nadie, buscada en la noche más gris,
La que te regala una caricia, la que te escucha,
oreja de tus bajezas, la que te dice Campeón,
aunque sabe, que caíste en algún round,
que eres un derrotado,
y a veces cobarde
pero tú le escuchas,
porque nadie como yo sabe,
que no importa ganarse, mas que a uno mismo.

Mujer de nadie, me dijo ese estúpido,
ese que no me tuvo,
por darme el gusto de decirle un buen ¡no!,
sirve, para creerme un poco casta,
sirve sentirse a veces un poco virgen,
siendo Mujer de nadie, y voz de pueblo,
una se profesa pía de alma y victima de deseos,
¿pondrás en mi boca una rosa?
cuando esta mujer de nadie,
esté con los ojos al cielo y rogando por un camino,
para transitar sin que nadie le diga;
¡puta, mi puta, puta mía,
muévete puta, hija de puta, por la puta, muérete puta!
Mujer....Mujer de nadie, hija de mi madre, madre de mi hija.
Eso es todo cuanto soy
Una Mujer...de nadie.

Dedos de carbón


Dedos de Carbón

Deseo tener dedos de carbón,
para escribir sobre las paredes,
cuando las palabras me atormentan,
de día o de noche
nunca me dejan en paz...
me buscan,
seducen,
acorralan,
enloquecen,
saben que deben partir mi sien,
con granitos de pólvora creadora
y encontrarme en cada átomo,
de la incorruptible idea.

Dedos de carbón,
para atrapar las musas insolentes,
que me doblegan,
y me hacen:
crear
inflar
soplar,
silbar,
vomitar,
babear
estampar
el grito de la poesía,
¡ay criaturas indomables!,
es la mente la infinita,
sólo mis lápices,
¡nunca están donde deben!

¿Y entonces?
¿Me darás Dios dedos de carbón?
Para despertar de noche,
y escribir en mis sábanas,
en los pliegues de mi piel,
los semáforos rojos,
las boletas de tiendas,
esos pasajes de buses,
alguna servilleta de burdel,
el asiento de un auto,
esa tarjeta de red
una ventana cargada de rocío,
esta pared del baño,
mi cajetillas de cigarros,
en cada especie de hoja,
en algún miserable papel,
que algún día fue;
semilla,
planta,
árbol,
astilla,
celulosa,
oro verde.
¡Eha! Dios…
¿y mis dedos de carbón?